Netanyahu en busca de un cataclismo

Mary Languasco 7 days ago Bienvenido Checo,

Responsive Ads Here

❝¡Ay de los que decretan leyes injustas y prescriben tiranía para oprimir a los pobres y robar sus derechos a los humildes de mi pueblo!❞, Isaías 10:1-2..
El "cataclismo" no es solo bélico o geopolítico: es también moral, social y diplomático. Israel, históricamente respaldado por Occidente, se enfrenta ahora a acusaciones internacionales por crímenes de guerra, juicios en La Haya, y una fractura creciente entre seguridad y humanidad.
Netanyahu, aferrado al poder incluso en medio de crisis judiciales y divisiones sociales, encarna para muchos no la estabilidad, sino el epicentro de un terremoto político que sacude los cimientos éticos del estado de Israel.
Netanyahu: El carnicero con aspiraciones de pirotécnico nuclear
Benjamin Netanyahu no lidera un estado, dirige un matadero con presupuesto militar y cobertura diplomática, bajo su mandato, Israel no solo ha dejado de ser una democracia liberal en apuros, sino que ha evolucionado "si se le puede llamar evolución a esta deriva" en una maquinaria quirúrgicamente eficiente para la demolición humana. Gaza, esa franja de tierra comprimida entre la desesperación y el olvido, se ha convertido en el quirófano sin anestesia donde la élite israelí prueba su última tecnología con una precisión quirúrgica que solo puede envidiar un cirujano con sed de sangre.

Mientras Occidente hace malabares para justificar lo injustificable, Netanyahu posa en conferencias con cara de estadista, mientras en sus manos aún gotea la sangre de miles de civiles, la “lucha contra el terrorismo” se ha vuelto el eufemismo más rentable del siglo XXI. Bombardear hospitales es "neutralizar infraestructuras hostiles". Matar niños se traduce como “daños colaterales inevitables”. Y demoler bloques enteros de viviendas es “reconfigurar zonas estratégicas”.

Israel ha logrado, con pericia quirúrgica y mediática, transformar la carnicería en política exterior. La franja de Gaza hoy parece un tráiler de una película postapocalíptica, con un elenco real de cadáveres y niños mutilados, mientras Netanyahu lee el guión con la soltura de quien ya ha ensayado demasiadas veces cómo deshumanizar a un pueblo.

Pero como si el genocidio importado por streaming no fuese suficiente, ahora el primer ministro israelí se entretiene con un nuevo juguete: Irán. Porque claro, después de convertir Gaza en un cráter de huesos y escombros, lo lógico es provocar una guerra regional con una potencia de 90 millones de habitantes y respaldos atómicos. Si Gaza es el laboratorio, Irán sería el espectáculo final: un show de fuegos nucleares donde el planeta entero tendría que pagar la entrada... con su estabilidad.

Netanyahu juega con la región como un niño juega con fósforos en una bodega de gasolina. Lanza ataques preventivos, "responde" con misiles, y luego da discursos con una gravedad que solo puede tener alguien que ha perdido todo sentido de la proporción —y probablemente, del pudor. El Estado israelí se ha convertido en ese vecino armado hasta los dientes, paranoico, que bombardea al perro del otro lado de la verja porque ladró muy fuerte.

Pero no hay que preocuparse, dicen los analistas: "Israel es una democracia consolidada". Claro, una democracia donde el líder en funciones está acusado de corrupción, se reelige como si fuera monarca, y utiliza las armas del Estado no solo para defenderse, sino para redibujar el mapa del dolor humano.

Netanyahu no representa la seguridad de Israel, sino su arrogancia en piloto automático. Y cada bomba que lanza, cada amenaza velada contra Irán, cada cráter y matanza nueva en Gaza, más cada provocación y ataques a sus vecinos, nos acercan más al abismo. Porque lo que está en juego ya no es solo Palestina o Irán: es la idea de que el mundo puede seguir mirando hacia otro lado mientras se perfecciona el arte de matar bajo la excusa de existir, excusa que no escapa a una realidad, que seria la de tanto joder y joder, que de joder tanto hasta Israel quede jodido.