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miércoles, 8 de octubre de 2025

236 muertos y seis meses

❝Sin Paños Tibios❞》》》
La adaptabilidad es una de las principales características del sapiens. Esa capacidad, no sólo de adaptarse, sino de aprender de cada golpe recibido; incorporar herramientas y enseñanzas que le permitan superarlo; e incluso, poder transmitir esos conocimientos adquiridos sobre la base del dolor a la comunidad a la que pertenece, ha sido una de las claves de su éxito evolutivo.
La resiliencia –palabrita chulámbrica que está de moda en el mundo coach, aunque proviene de la física–, supone la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos” (RAE). Y es que, una de las claves es la capacidad de encajar el golpe (llamémosle trauma), asimilarlo y dejarlo atrás; y, aunque eso está definido y caracterizado, lo de cómo lo toma cada quien dependerá de las características individuales, contextos y circunstancias.

En algunas ocasiones, durante ese proceso de adaptabilidad surge lo que los especialistas denominan Trastorno de Estrés Post Traumático (TEPT) –ampliamente caracterizado en el DSM 5–, y, aunque hablamos de procesos esencialmente individuales, también pueden verificarse situaciones “similares” en lo social –no como TEPT, sino como “Trauma colectivo” o “psicosocial”–, cuando es la sociedad la que vive y sufre una conmoción nacional que sacude la psiquis colectiva, desencadenando sentimientos generalizados de dolor; sumiéndola en un cuadro de trauma colectivo, cuya superación agota el mismo proceso que las dinámicas terapéuticas individuales.

Hablamos –por ejemplo– de casos desencadenantes que generan situaciones angustiantes, tales como conmociones, magnicidios, guerras, cataclismos ambientales, o, en el caso de referencia, la tragedia del Jet Set.

Así como una estrategia de superación del TEPT puede ser la negación (sea a través de la represión –consciente o no– de los recuerdos), asimismo, a nivel macro, las sociedades asumen la negación como un mecanismo de superación del trauma colectivo, obviando que olvidar no es efectivo ni para la sanación, ni para la resiliencia.

Contra todo pronóstico, la sociedad dominicana ha decidido pasar página. Comenzando por el gobierno, que delegó la determinación causal del hecho en una comisión –con sobradas credenciales técnicas– que aún no ha rendido un informe; siguiendo por un Ministerio Público (MP) que parece que quema todas las neuronas en buscar la fórmula de la fisión nuclear en frío… y no en instrumentar un expediente en el que, para no faltar pruebas, hay un techo desplomado, 236 fallecidos, 174 huérfanos y 180 heridos. 

Ni hablar de la mayoría de medios, periodistas y comunicadores que han hecho silencio, como si sus voces hubieran quedado atrapadas debajo de la losa colapsada.

A seis meses de la tragedia, la indiferencia social se ha impuesto. Y, así como las partes afectadas han decidido negociar (que están en su derecho); la sociedad ha decidido olvidar; el gobierno, ignorar; el MP, trivializar; y los comunicadores, silenciar.

La verdadera tragedia no serán los muertos ni los huérfanos, sino este silencio cómplice, asqueante, vergonzoso… imperdonable.  

Por: Federico A. Jovine Rijo.-
@FedericoJovine
@federicojovine
fjovine@email.com 

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