El Nobel de la Paz, ese galardón que alguna vez simbolizó la búsqueda de la concordia, hace tiempo perdió su norte, la decadencia comenzó cuando se confundió diplomacia con espectáculo y política con redención.
Desde que se lo otorgaron en 1978 a Menahem Begin y Anwar Sadat "uno jefe de guerra y el otro líder de un régimen que jamás fue un ejemplo de democracia", la incoherencia ha sido una constante.
A esa lista se sumaron Yasser Arafat, Shimon Peres e Isaac Rabin en 1994, con una “paz” que duró menos que la ceremonia de premiación.
Ni hablar de Óscar Arias, galardonado en 1987 por su supuesto aporte a la pacificación de Centroamérica, y que luego se hundió en escándalos de corrupción y denuncias de violencia sexual.
Y cómo olvidar el episodio más grotesco: Barack Obama, 2009. Recién instalado en la Casa Blanca, sin haber hecho nada todavía, y ya lo estaban coronando como “mensajero de la paz”, mientras su ejército seguía bombardeando medio Oriente.
Y mientras tanto, el actual inquilino de la Casa Blanca "ese que cada vez confunde más la realidad con sus discursos" se cree que él también merece el galardón. Total, si lo dan por hablar de paz mientras financias guerras, por firmar acuerdos mientras vendes armas, por condenar invasiones ajenas mientras sostienes las propias… ¡pues que le manden uno envuelto en papel de hipocresía y cinta de cinismo! 🤮🤮, por cierto, de casualidad, el NOBEL de la "paz" no se lo dieron también a Benjamín Netanyahu, por mandar a la “paz del Señor” a más de setenta mil gazatíes, incluyendo miles de niños, mujeres y ancianos. Quizás el comité lo consideró, pero habría sido demasiado descaro incluso para ellos, o tal vez solo lo están guardando para la próxima edición, para que lo compartan entre el y Trump.
Lo triste es que ya ni siquiera sorprende.
El Nobel de la Paz se ha vuelto una caricatura de sí mismo, un circo diplomático con aplausos automáticos, donde los payasos se disfrazan de profetas y los titiriteros aplauden su propio espectáculo, no reconocen a los que siembran paz, sino a los que saben hacer de la guerra un buen negocio moral.
A los verdaderos pacificadores "los que callan, construyen, sanan" nadie los invita a Oslo. Mientras el mundo aplaude este nuevo acto de hipocresía premiada, uno no sabe si reír o vomitar, O ambas cosas, según la digestión moral de cada quien.
Hoy, con la elección de Machado, el Nobel de la Paz se confirma como lo que ya es: un premio político disfrazado de virtud moral, no reconoce a quienes siembran paz, sino a quienes saben capitalizar el conflicto.
@BienvenidoR_D
@bienvenidocheco
bienvenidocheco@hotmail.com
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