Recuerdos de Pimentel - Pimentel en la red

Más Recientes

Nuestras Redes Sociales

Sígueme en YouTube Sígueme en Facebook Sígueme en Instagram Sígueme en WhatsApp  Sígueme en Twitter

Post Top Ad

Responsive Ads Here

miércoles, 1 de octubre de 2025

Recuerdos de Pimentel

❝Ideando❞》》》
Arcadio tenía un estilo único de pelar las naranjas. Era un artista en esa materia. Su destreza, dándole vueltas a esa fruta y deslizando el pequeño y afilado cuchillo por la superficie de su redondez hasta dejarla perfectamente lisa, fue siempre un espectáculo admirable.
Arcadio era un hombre extraño. Nos llamaba la atención por la cantidad de adornos y utensilios que colgaban de los bolsillos de su camisa y pantalón. Igualmente, por aquel lenguaje a lo Cantinflas, usando inflexiones vocales similares a las de Mario Moreno y que daban señales sospechosas sobre su cordura y explicaban su extraño comportamiento.
Arcadio deliraba por las películas mexicanas y no escondía su afición al copiar sus modismos y la forma de hablar de los charros.
De los bolsillos de sus pantalones colgaban cadenas que iban atadas a sus trabillas. Igualmente, su carretilla era depósito de los más variados objetos, incluyendo la cabeza de muchas muñequitas de goma, despeinadas, desmembradas, con las que jugaba la niña que siempre le acompañó en sus jornadas laborales y que cuidaba con delicadeza y esmero. La gente decía que era hija suya.

No recuerdo nada acerca de su procedencia. Desconozco su origen y cómo apareció en el escenario social del pueblo; pero ese personaje de Pimentel, los de mi generación, lo llevamos colgado en la memoria por sus excentricidades.
Ese rostro de Arcadio, igual que otros que asaltan nuestros recuerdos con absoluta claridad y que evocan el pasado de los primeros años, allá, en la cercanía de los rieles de Pimentel, justo frente al negocio de Homero, (a quien no sé por qué le apodaban el terror), hizo su punto comercial Arcadio a quien también le decíamos Canaima.

El teatro Matuán era una casona enorme de madera con varias filas de asientos, el cual constituía el embullo de los muchachos de mi época. Ese aforo nostálgico de mis ayeres era administrado por un ciudadano español llamado Jesús, que trabajaba en la factoría de Mariano Palmero y que era víctima de muchas burlas cuando las películas se interrumpían por el mal estado de la cinta. Esto sucedía varias veces en cada función porque las películas llegaban al pueblo cuando ya eran desechos. Tanto él, como Norman Ortega, y antes Papolo el de Lupe, técnicos que las proyectaban, eran maldecidos por esa razón.

En esa época solían anunciarse las películas todas las tardes y esa labor estaba a cargo de un hombre de bajísima estatura al que apodaban 5 espuelas y Fellito Sánchez (alias maní, que portaba el cartelón con los cuadros alegóricos a la película), los cuales recorrían el pueblo haciendo una parada en cada esquina, en la que Cinco Espuelas, valiéndose de un “jututo de metal” , con una potente voz que retumbaba en cada vecindario, anunciaba la cartelera del día de una manera muy original: “el teatro Matuán presenta esta noche, La Venganza de un Pistolero, una película de vaquero que es tiro, tiro, tiro y tiro”, finalizando siempre con la siguiente expresión: “ofrézcome, cuantos tiros”. 

Por: Heddel Cordero,-
@HeddelCordero
@heddelcordero
hcordero@email.com

Print Friendly, PDF & Email

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pages