Hernández, desafiante, protestó contra la sentencia. “Soy inocente”, dijo a través de un intérprete. “Fui acusado errónea e injustamente”. En un prolongado y extemporáneo alegato, interrumpido varias veces por el juez, el expresidente se presentó como un héroe del movimiento antidroga y se jactó de su alianza con las autoridades estadounidenses bajo tres administraciones presidenciales para reducir las importaciones de droga al país. No obstante, parecía tener muy asumido su destino antes de conocer la sentencia. “Lo más seguro es que estaré preso de por vida”, afirmó hoy a su llegada al tribunal.
La sentencia confirma la caída en desgracia del exgobernante, que mientras se mantuvo en el poder, entre 2014 y 2022, se declaró fiel aliado de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico. Hace casi tres años, su hermano Juan Antonio fue condenado también en Nueva York a cadena perpetua por la misma causa. Dos años antes, la fiscalía de Manhattan acusó a Hernández, en el poder entonces, de recibir un millón de dólares del capo mexicano Joaquín El Chapo Guzmán.
El juicio comenzó el pasado mes de febrero con otras explosivas incriminaciones por parte de la fiscalía. Las autoridades estadounidenses acusaron al exmandatario de haber recurrido a la Policía, el Ejército y el sistema judicial de su país para “proteger” a narcotraficantes y “amasar” una fortuna. “Ese hombre [Hernández] envió toneladas y toneladas de cocaína a Estados Unidos”, afirmó entonces el representante de la fiscalía, David Robles. “Usó su poder para proteger a los narcotraficantes y recibir a cambio mucho dinero”.
Antes de leer la sentencia, el juez Castel afirmó que Hernández fue “un hombre de dos caras”. Esto es, con una proclamaba su compromiso contra el narcotráfico y con la otra facilitaba la importación de toneladas de cocaína por valor de hasta 10 millones de dólares. Sin embargo, aseguró Castel, las pruebas presentadas en el juicio demostraron lo contrario, y que Hernández empleó “considerables dotes de actuación” para hacer creer que era un cruzado contra el narcotráfico mientras desplegaba la policía y el ejército de su país, cuando era preciso, para proteger y garantizar la circulación de la droga.
Cuando se anunció la sentencia, Hernández, con gafas y vestido con un traje verde apagado, permaneció de pie junto a su abogado delante de dos alguaciles estadounidenses. Tras estrechar la mano del letrado y saludar con la cabeza a la abarrotada sección de espectadores, Hernández salió cojeando del tribunal con la ayuda de un bastón y un aparato ortopédico en un pie. Los fiscales habían solicitado una condena de cadena perpetua, más 30 años, la misma que la recomendada por los agentes de libertad condicional del tribunal. Si la cumple íntegramente, el exmandatario hondureño saldrá de la cárcel con 100 años.
El papel de Hernández como protector de narcos se desarrolló en paralelo a su carrera política. Detenido en Tegucigalpa tres meses después de dejar el cargo, en febrero de 2022, y extraditado a EE UU en abril de ese año, ascendió desde 2004 de diputado rural a presidente del Congreso Nacional y luego a la presidencia, mientras recibía millones del narco. Durante el juicio, el condenado dijo que prácticamente todos los partidos políticos de Honduras recibían dinero, pero negó haber aceptado sobornos. Hoy se presenta como una víctima de políticos y narcotraficantes. “Es como si me hubieran arrojado a un río profundo con las manos atadas”, afirmó. Honduras ocupa un lugar geográficamente clave en el tráfico de drogas en Centroamérica, vertebrado por una carretera que recorre el país de norte a sur y supone un verdadero vector del tráfico.
Entre los testigos llamados a declarar en el juicio hubo narcos que admitieron su responsabilidad en docenas de asesinatos y afirmaron que Hernández era un protector entusiasta de algunos de los traficantes de cocaína más poderosos del mundo, entre ellos El Chapo Guzmán, que cumple cadena perpetua en Estados Unidos.
Por: María Antonia Sánchez-Vallejo,-
Fuente; El País,-
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