David Ortiz salió de Haina, pero Haina no salió de él, lo que en su momento fue una figura nacional, orgullo dominicano y símbolo de superación, hoy se comporta como un eco barato de los jefes de Boston, del Salón de la Fama pasó a la esquina más oscura del servilismo mediático, donde en lugar de defender a los suyos, los apuñala con una sonrisa.
Y el caso de Rafael Devers lo deja todo claro, Ortiz, en vez de usar su voz para proteger, orientar o respaldar a un joven talento dominicano «con todo el peso que tiene su nombre y su historia en el béisbol de las Grandes Ligas», decide montarse en la narrativa de sus patrones gringos, tirándole lodo a quien debería estar ayudando a brillar., más que un salón de la fama, parece un salón de favores, él da lealtad ciega a sus jefes en Boston y no desperdicia ningún momento para ante un celular grabar videos mostrándole su servilismo a los de Massachusetts.
El «Big Papi» parece haberse convertido en el «Big Paparazzi» de la gerencia bostoniana, ya no es el bateador designado, sino el lambón designado, y lo peor; lo hace con entusiasmo, con una altanera y burlona sonrisa, como si creyera que por su carrera en la MLB, cada palabra suya pesara toneladas para joder la carrera de Rafael Devers, un muchacho que apenas comienza a escribir la suya.
Y como si eso no bastara, el ego de Ortiz necesita gasolina constante, se ha vuelto habitual verlo en redes sociales opinando de todo, insultando a quien le lleve la contraria, lanzando apuestas deportivas y dejando entrever un síndrome de falta de atención fuera de serie, parece que el retiro no le cayó tan bien como a otros, la gran mayoría de exjugadores cultivan el respeto, Ortiz cultiva controversias.
Controversias que se extienden a su fallido intento de convertirse en empresario del entretenimiento deportivo, como la tristemente célebre «Serie de Titanes» en Nueva York y Puerto Rico, entre los Tigures del Licey y Águilas Cibaeñas, un evento llamado a unir y exaltar el béisbol dominicano en suelo estadounidense y caribeño, terminó en un espectáculo bochornoso de mala organización y peor comunicación, ¿Y qué hace Ortiz?, en vez de asumir su cuota de responsabilidad, arremete en redes sociales contra los Tigres del Licey y su capitán Emilio Bonifacio, como si el desastre se tratara de una ofensa personal, y no de un fracaso colectivo del que él fue figura central.
A eso súmele su historial de escándalos personales, aquel atentado en 2019 todavía envuelto en misterio, y una lista de controversias que harían sonrojar a más de uno, Ortiz ya no es noticia por lo que representa, sino por lo que dice, lo que grita, lo que provoca.
Una cosa es tener opinión, y otra es actuar como emisario colonizado del clubhouse norteamericano, Ortiz parece más preocupado por caerle bien a sus jefes que por quedar bien con su gente, y eso lo convierte no en leyenda viva, sino en «estatua parlante, inmóvil en dignidad, pero bien activa en la deslealtad».
David Ortiz demostró que se puede salir de Haina... pero cuando no se deja atrás la mentalidad de querer gustarle al blanco por encima del respeto a los tuyos, el bronce del Salón de la Fama se convierte en hojalata, y el «Big Papi», si no cambia el rumbo, terminará siendo más recordado por su lengua suelta que por su swing legendario, y en esta parte cabe muy bien la frase de ❝no es como empieza sino como termina❞, y el David Ortiz Arias de Haina, esta terminando como todo un mediocre, ridículo, lambón, parlanchin y farandulero.
Por: Bienvenido Checo,- @BienvenidoR_D
@bienvenidocheco
bienvenidocheco@hotmail.com
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