En Pimentel, por ejemplo, el corte se extendió desde la 1:23 de la tarde hasta las 2 de la madrugada de este miércoles, con un breve respiro de apenas diez minutos de energía a las 8:40 de la noche, en total, fueron 12 horas y 27 minutos de apagón, un registro que retrata la magnitud del fallo y el nivel de vulnerabilidad del sistema.
Más allá del dato puntual, el suceso invita a un análisis profundo, no hay razón técnica que justifique un blackout total si el sistema eléctrico nacional operara con los niveles de mantenimiento, planificación y respaldo que debería tener, las causas pueden variar "descuido, sobrecarga, falta de mantenimiento, errores humanos o fallos de coordinación", pero en cualquier escenario, el resultado es el mismo: una red que colapsa ante una avería, lo que pone en evidencia una estructura débil, poco resiliente y con deficiencias de respuesta.
En estos casos, es fácil recurrir al expediente de la culpa heredada, pero atribuir responsabilidades a quienes dejaron sus cargos hace más de cinco años no solo resulta vergonzoso e irritante, sino que retrata un reflejo institucional que evita el presente, la gestión de un sistema eléctrico es una responsabilidad continua, de carácter técnico y administrativo, no un asunto de herencia política.
El apagón de este martes no fue una simple falla, fue un síntoma y, como todo síntoma, señala un mal más profundo, lo preocupante no es solo que se haya ido la luz, sino que todo el país dependía de un equilibrio tan frágil que un solo punto de fallo bastó para hundirlo todo.
Mientras las autoridades investigan las causas y prometen correcciones, el ciudadano promedio solo espera lo básico, un servicio estable, confiable y moderno, sin discursos ni pretextos. Porque si algo quedó claro en estas horas de oscuridad es que no hay sistema eléctrico que pueda sostenerse sobre excusas.
Por: Bienvenido Checo,- @BienvenidoR_D
@bienvenidocheco
bienvenidocheco@hotmail.com
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